Por Eduardo Buzzi
El 15 de agosto de 1994 fue lunes, feriado. Lo recuerdo como si fuera hoy. Estábamos en medio de un fortísimo paro agrario contra la política de Menem y Cavallo. Yo estaba por salir a buscar cubiertas viejas para organizar junto a compañeros de la Federación Agraria Argentina, un acto que teníamos que hacer en la autopista esa misma tarde, cuando sonó el teléfono de mi casa de J. B. Molina. El llamado era de la esposa de Mariano Echaguibel, el entonces Secretario Gremial de la entidad, preguntando si sabía algo de él porque no había llegado a su casa después de haber recorrido los piquetes todo el fin de semana. Un rato después, se confirmaba el fallecimiento de nuestro querido dirigente.
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La noticia nos dolió a todos. Muchos dijeron esa tarde, cuando nos encontramos en el velatorio, que la mejor manera de recordar a Mariano era seguir militando con todas las fuerzas que tuviéramos y permanecer en la ruta reclamando por los derechos de los chacareros. Así lo hicimos. El paro continuó hasta el fin de semana siguiente, como estaba previsto, con participación de la FAA, CONINAGRO y CRA.
Cuando la medida de fuerza estaba terminando, en uno de los piquetes, me encontré con Don Humberto Volando y con René Bonetto –presidente y vice de FAA-, que me llevaron a un costado de la ruta y me consultaron si el lunes 22 de agosto podía presentarme en Rosario, en la Sede Central, para pedirme si podía hacerme cargo de más niveles de responsabilidad dentro de la Secretaría Gremial, con la que ya venía colaborando como director.
Con los sentimientos a flor de piel, porque había pasado muy poco tiempo del accidente de Mariano, me tocó preparar el bolso para viajar a Rosario e intentar llevar adelante las tareas de la Secretaría Gremial. Es que por la propia dinámica de la FAA, esa secretaría que es el corazón de la entidad, no podía quedar acéfala hasta la realización del 82º Congreso, para el que faltaba poco más de un mes. No tenía la menor idea de cómo iba a continuar todo aquello, sólo sabía que tenía por delante un compromiso muy importante que debía afrontar y para ello estaba dispuesto a ofrecer una incansable voluntad de trabajo.
Luego de seis años en esa función, en septiembre de 2000, fui electo presidente de la entidad en la que he militado toda la vida. Me eligieron para asumir esa responsabilidad como parte de un grupo de dirigentes con los cuales tuvimos que conducir la organización durante uno de los períodos más duros de la historia argentina.
Transitamos el fin de la década del ’90 que derivó en la crisis del año 2001, mantuvimos en pie al gremio que representaba a uno de los sectores más golpeados de la sociedad; sin embargo, logramos consolidarnos y expandir nuestra representatividad; recuperamos las banderas fundacionales de la FAA; resistimos la Resolución 125, siendo los portavoces de miles de argentinos que se revelaron contra el autoritarismo de un gobierno que intentó ponernos de rodillas; y seguimos, con más fuerza que nunca, siendo la entidad más representativa del sector agropecuario.
Hoy el modelo agropecuario impuesto desde el oficialismo, promueve la concentración de los recursos en pocas manos, el monocultivo a gran escala y la expulsión y exterminio de los chacareros. Sabemos, de todos modos, que de no haber existido la fuerza organizada de la Federación Agraria, las consecuencias hubieran sido mucho peores para nuestra gente y los pueblos del interior. Por eso, hay demasiados motivos para seguir luchando.
Finalmente, con motivo de cumplirse hoy los veinte años desde mi ingreso como dirigente en función activa de la FAA, me gustaría compartir con ustedes la parte llena del vaso, los logros que se han alcanzado en todo este tiempo.
La refundación de la Federación Agraria tras la fuerte crisis institucional y financiera en la que había caído a fines de los ’90. En la actualidad nuestra organización exhibe un presente sólido, con flamantes sedes propias en Rosario y Buenos Aires, y con una estructura constituida por numerosas entidades de base en todos los rincones del país.
El concepto de Agricultura Familiar: Hemos consolidado, junto a miles de delegados que participaron de encuentros como el memorable Congreso Latinoamericano de Uso y Tenencia de la Tierra de 2004, el concepto de Agricultura Familiar. Una forma de vida con identidad cultural propia que luego de tanto insistir, se instaló en la agenda pública y hoy forma parte del discurso político dominante. Y aunque no se hayan aplicado aún las políticas diferenciadas reclamadas, debe recordarse que si existe en la Argentina una Secretaría de Agricultura Familiar, mucho ha tenido que ver la prédica militante de la FAA en este sentido.
Políticas públicas diferenciadas: Durante estos veinte años, hemos dicho en cada ámbito del que participamos, que no se puede tratar igual a quienes son estructuralmente distintos.Con esa idea, motorizamos incontables movilizaciones y asambleas, y bajo esta premisa, elaboramos propuestas que fueron debidamente presentadas en ámbitos legislativos y a funcionarios de todos los niveles y en casi todas las provincias. Si bien reconocemos que esta es una tarea inconclusa aun, ya nadie duda que un modelo de desarrollo nacional de la mano de un sujeto como el pequeño o mediano productor, no puede ser el mismo que uno solventado solamente en las ganancias de las grandes corporaciones del agronegocio y el capital especulativo.
El accionar regional e internacional: Hemos apostado desde un primer momento por la existencia de un ámbito supranacional de discusión de las políticas que necesitamos los pequeños y medianos productores, que finalmente quedó plasmado con la COPROFAM, la cual integramos junto a organizaciones del Mercosur Ampliado.
El anhelo de constituir un Movimiento Agrario Nacional: Estamos convencidos que la FAA, por principios, es mucho más que una institución de carácter gremial; está llamada a ser la fuerza que consolide un verdadero Movimiento Agrario Nacional, integrado por pequeños y medianos productores y campesinos de todas las regiones.
En este camino, luego de veinte años como dirigente federado en función activa, mi compromiso es no abandonar jamás la lucha por las reivindicaciones históricas de la organización. De aquí en más, la trinchera desde la cual seguiré peleando por un país más justo, será aquella que nos permita acercarnos a la concreción de los sueños inconclusos de los pioneros de Alcorta.
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